Por Matías Scovotti, CEO y co-fundador de Educabot.
Los efectos del cambio climático comienzan a ser cada vez más devastadores: olas de calor que afectan a regiones enteras, el descongelamiento de los polos, sequías e inundaciones, una contaminación de los océanos casi irreversible. Éstas son sólo algunas expresiones que nos invitan a pensar en cómo actuar desde el presente para que el futuro de las próximas generaciones sea viable. En este marco, es clave acompañar la formación de ciudadanos globales, responsables y capaces de crear nuevas soluciones a los problemas que hemos generado para el sostenimiento de nuestro planeta.
Quienes trabajamos en educación, y alineados con la Agenda 2030, estamos convencidos de que la clave para enfrentar los desafíos climáticos radica en cooperar y colaborar; en potenciarse desde la diversidad. Las escuelas han sido espacios para la construcción de las naciones modernas, pero en una sociedad atravesada por información y problemáticas globalizadas, tenemos que preguntarnos cómo podemos convertirlas en un ámbito de colaboración para diseñar soluciones distintas.
En esta línea es que la UNESCO señala que las tecnologías digitales desempeñan un papel fundamental en el proceso de formación de ciudadanos globales. Especialmente, porque permiten acortar distancias, facilitan la colaboración y brindan acceso a información para la acción. Si bien los Estados de todo el mundo vienen invirtiendo en tecnología educativa desde hace décadas, no siempre lo hacen de manera constante o planificada.
¿Alcanza sólo con invertir más en dispositivos o con incorporar a la tecnología en los contenidos obligatorios? Según el último reporte global de educación de la UNESCO, el 54% de los países encuestados han definido las competencias que quieren desarrollar para el futuro, pero sólo 11 de los 51 gobiernos encuestados tienen currículos sobre la inteligencia artificial, por citar un ejemplo. Si la tecnología que nos atraviesa como sociedad cambia tan rápido, los sistemas educativos siempre correrán detrás de la novedad. Lo mismo sucede cuando intenta abordar problemáticas como el cuidado del ambiente.
Es hora de cambiar nuestro enfoque. No podemos limitarnos a enseñar tecnología o ciencias naturales; debemos potenciar el desarrollo de habilidades que promuevan una ciudadanía comprometida con la lucha contra el cambio climático y la protección del ambiente. La colaboración y el intercambio de conocimientos entre pares son cruciales para que las nuevas generaciones aborden las problemáticas que los afectan con determinación.
Es en esta línea en la que, desde hace siete años, desde Educabot acompañamos a estudiantes de nivel secundario para que participen en el FIRST Global Challenge, una de las mayores competencias de programación y robótica del mundo.Desde sus inicios propone dinámicas competitivas que permitan a los jóvenes poner a prueba sus conocimientos técnicos es esta materia, pero también sus habilidades de colaboración, pensamiento crítico y estrategias para resolver consignas vinculadas a la salud, la ingeniería y el ambiente.
Durante esta competencia los jóvenes construyen equipos dinámicos con pares de todo el mundo, pero no para competir entre sí, sino para colaborar y generar alianzas en pos de abordar una problemática común. Este año, por ejemplo, se centrará en la importancia de las energías renovables, en particular, del hidrógeno.
Imaginemos el potencial de que estudiantes de más de 190 países se reúnan para aprender de sus diferencias y, desde allí, unirse para enfrentar el cambio climático de manera global. Instancias como el FIRST Global Challenge nos inspiran y nos motivan a promover la colaboración no solo en las escuelas, sino en todos los ámbitos de la vida.
Para abordar los desafíos climáticos de nuestro tiempo y encontrar soluciones, debemos formar una generación de ciudadanos globales que trabaje en conjunto para construir un futuro sostenible. Gobiernos, empresas, organizaciones civiles, educadores y, sobre todo, estudiantes, debemos unir nuestras diferencias y, desde la diversidad, construir un camino de aprendizaje para cambiar el mundo. El ambiente y el futuro de las próximas generaciones dependen de ello.